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Tema 5º: LAS REGIONES BIOGEOGRÁFICAS

La Biogeografía es la ciencia que estudia la distribución de los seres vivos sobre la Tierra, así como los procesos que la han originado, que la modifican y que la pueden hacer desaparecer. Es una ciencia interdisciplinaria, que aunque formalmente es una rama de la Geografía y dentro de ésta de la Geografía física, recibe parte de sus fundamentos de especialidades como la botánica y otras ciencias biológicas.

1. FACTORES DE LA DIVERSIDAD BIOGEOGRÁFICA


Antes de estudiar la cobertura vegetal de la Península, es necesario aclarar dos conceptos a menudo difusos y poco diferenciados: flora y vegetación.

  • La flora es el conjunto de especies vegetales diferentes existentes en un espacio geográfico. Cuantas más especies haya, más rica será la flora del territorio a estudiar. 
     
  • La vegetación es la disposición de los individuos de estas especies sobre la superficie terrestre, así como su porte y su fisonomía.

De tal forma, que un territorio puede tener abundante flora pero escasa vegetación y viceversa. Ambas, flora y vegetación, son fruto de la adaptación al medio de las especies, siempre que se preserve su estado natural. Por ello, la diferencia entre la cubierta vegetal existente y la potencial la marca la acción del hombre.



La España peninsular y sus archipiélagos se caracterizan por una extraordinaria diversidad en lo que a flora y formaciones vegetales se refiere. La riqueza de especies existentes (más de 6000) es consecuencia de una confluencia de factores:



a) Factores físicos:

  • El clima: ya que cada planta requiere unas condiciones específicas de luz, de temperatura y de precipitación para su nutrición y desarrollo. Hay que señalar en especial las condiciones de aridez o sequías estivales y las temperaturas extremas (muy calurosas en verano y heladas invernales).
  • El relieve: da lugar a especies diferentes en función de la altitud (gradiente térmico y efecto föehn), de la orientación (barlovento o sotavento) y la ubicación (solana o umbría).
  • El suelo: puesto que cada especie requiere de un tipo concreto de sustrato, ácido o básico, profundo o poco evolucionado, de textura gruesa o fina, más o menos permeable, etc.



b) Factores humanos:

  • Degradación de la cubierta vegetal existente (tala de bosques, roturación de prados, etc).
  • Introducción de especies interesantes por su aprovechamiento agrario o pos su valor económico (repoblación de montes, plantaciones de árboles frutales...).

Cuando la vegetación de una zona es resultado exclusivamente de la incidencia de factores naturales se denomina climax o climácica”, mientras que cuando es el resultado de la intervención humana se llama “secundaria”.

2. CARACTERÍSTICAS DE LAS REGIONES BIOGEOGRÁFICAS


Como ya hemos visto, en la vegetación inciden el relieve, el suelo y el clima con todas sus variantes. La combinación de estos condicionantes genera contrastes espaciales que se manifiestan en una división zonal de la vegetación con modificaciones locales que constituyen las regiones biogeográficas. 
En España encontramos tres regiones biogeográficas: eurosiberiana, mediterránea y macaronésica.
  1. Región eurosiberiana: comprende la zona más septentrional de la Península, correspondiente a la llamada “España húmeda”. Se encuentra dividida en dos “provincias”:
    • Alpina: las regiones de alta montaña en la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. La vegetación se dispone en pisos según la altitud y la vertiente de las montañas. Son especies vegetales resistentes a temperaturas frías (inviernos largos y fríos, con nevadas frecuentes) y suelos pobres, como las coníferas (pino, abeto) y las landas. 
    • Atlántica: el norte y noroeste peninsular, desde Galicia a la mayor parte de las comunidades de la costa cantábrica. Vegetación densa y exuberante con predominio de especies caducifolias (roble, haya, castaño), adaptadas a un clima de temperaturas suaves y precipitaciones abundantes todo el año.

  1. Región mediterránea: comprende prácticamente el resto de la Península y las Baleares. Es una vegetación adaptada a situaciones climáticas extremas (importante amplitud térmica, prolongada sequía estival, heladas invernales y olas de calor en verano...), predominando las especies perennifolias (encina, alcornoque) y xerófilas (acebuche, romero, adelfa...). Entre sus distintas “provincias biogegráficas” destacan: 
    • Submediterránea: limita por el este con la provincia atlántica, ocupando algunos sectores de la Subemesta norte y de los Sistemas Central e Ibérico. Vegetación mixta con especies caducifolias, perennifolias y coníferas, debido a la mayor incidencia de precipitaciones. 
    • Mediterrénea interior y costero-balear: se extienden por práctimante el resto de la Península. Predominan el bosque y el matorral mediterráneo (maquia garriga y estepa), con mayor presencia en las regiones más secas. 
    • Subdesértica: concentrada en las regiones del sudeste peninsular. Con especies xerófilas adaptadas a la aridez acentuada, como el matorral estepario y especies secundarias (aloes, cactus).
  1. Región macaronésica: se corresponde exclusivamente con las Canarias. Vegetación muy variada con influencias mediterránea, atlántica y africana, adaptada al clima subtropical y el roquedo volcánico canario (tabaiba, sabina, drago, laurisilva). Además, existen gran cantidad de especies endémicas.


3. LAS FORMACIONES VEGETALES EN ESPAÑA.


El paisaje vegetal se define como el conjunto de formaciones vegetales que se disponen en comunidades. Ya hemos indicado que en el caso español ese paisaje vegetal presenta una enorme variedad, fruto tanto de factores físicos (clima, litología y relieve) como humanos.

La mayor parte de la superficie está desprovista de la vegetación originaria. Por ello, cuando nos referimos a la vegetación debemos distinguir entre la cubierta vegetal existente y la vegetación potencial, es decir, aquella que existiría en condiciones naturales sin intervención humana. La diferencia entre una y otra es una huella palpable de la acción humana sobre el medio y tiene notables repercusiones en la fauna y en otros aspectos del medio natural.

Aun así, por su situación en el extremo del suroeste de Europa y como puente entre Eurasia y África, la flora de España es de gran riqueza, con más de 6000 especies distintas. Algunas se han visto favorecidas por el aislamiento que marca el relieve en la figura de los Pirineos y Cordilleras internas que aíslan la Meseta. Además, la última glaciación afectó poco a España, preservándose la naturaleza y dando lugar a gran cantidad de endemismos que se encuentran en zonas localizadas, como por ejemplo, la Sierra de Grazalema.


Los geógrafos suelen asociar las distintas especies en formaciones vegetales, entendidas éstas como grupos de vegetación individualizados por su tamaño y fisonomía. Existen tres tipos básicos:

  • Bosque: formación natural y cerrada de árboles, que ocupan un espacio extenso (de varios km2 a miles de km). Se le une un sotobosque o matorral específico en los pisos inferiores (bajo la copa de los árboles). Los bosques se clasifican según la densidad de poblamiento arbóreo y en base al tipo de árboles predominantes.
  • Matorral: formación vegetal de especies arbustivas de baja altura, desprovistas de tronco y muy ramificadas. Suele aparecer con la degradación de los bosques.
  • Prado: formación vegetal herbácea, cerrada y densa donde predominan las gramíneas y apenas existen árboles.



Teniendo en cuenta esta diferenciación, podemos afrontar el estudio de los distintos tipos de paisajes vegetales existentes en España:
  1. Paisaje de clima oceánico:

Se corresponde con la región floral euro-siberiana y tiene como formaciones vegetales características:

  • Bosque caducifolio: árboles altos, de tronco recto y listo, de hoja caduca (en otoño con la llegada del frío). Pocas especies pero reunidas en grandes masas arbóreas con sotobosque de musgos y helechos.
    • Haya: árbol de montaña que exige gran humedad y poco calor, se adapta tanto a suelos calizos como silíceos. Madera dura y de calidad, muy usado en la fabricación de utensilios. Se encuentra en Cordillera Cantábrica y Pirineo Occidental.
    • Roble: árbol de montaña media, no soporta tan bien el frío y exige menos humedad. Su madera es muy dura y se utiliza para fabricar muebles y barcos. Se encuentra en Galicia y Cordillera Cantábrica, a menudo en bosques mixtos con hayas.
    • Castaño: especie secundaria que ha ganado terreno debido al aprovechamiento de sus frutos. Otras especies similares son el tilo, el olmo, el eucalipto y el avellano.
    • Especies marcescentes (la hoja caduca aguanta durante la estación fría, hasta ser sustituida por los rebrotes primaverales) como el quejigo y el rebollo en las zonas de clima oceánico de transición, con menores exigencias de humedad y más resistentes al calor.
  • Landa: densa vegetación de matorral cuya altura puede ser baja o de varios metros, como el brezo, el tojo y la retama. Aparece en las áreas de degradación de bosque caducifolio o en los márgenes supraforestales (entre 1600 y 2000 m).
  • Prados: grandes extensiones de terreno cubiertas por pastos y herbazales.

         B. Paisaje de clima mediterráneo:


Se corresponde con la región floral mediterránea y sus formaciones vegetales características están bien adaptadas a la sequía estival mediante distintos mecanismos. Debemos mencionar:

  • Bosque perennifolio: formado por árboles de mediana altura, con troncos no rectilíneos y corteza gruesa y dura. Sus copas son globulares y amplias para proyectar sombra sobre el suelo y mitigar la evaporación por insolación. Especies como:
    • Encina: árbol de tamaño mediano, muy resistente a la sequía y adaptable a todo tipo de suelos. Madera muy dura y resistente, usada para utensilios y como carbón. Su fruto, la bellota, se usa para alimentar al ganado. Se encuentra muy extendida por toda la península, aunque especialmente en Sierra Morena, Sierra de Guadarrama y las penillanuras de Extremadura.
    • Alcornoque: requiere mayor humedad e inviernos más suaves. Su madera es muy dura, se emplea para construir toneles y barcos, y de la corteza se extrae el corcho. Se adapta mejor al suelo pobre en calcio, por lo que se encuentra Suroeste peninsular, sur de Andalucía y Nordeste de Cataluña.
    • Pino: formación vegetal secundaria muy adaptable a condiciones duras de sequía, calor y todo tipo de suelos. Se utiliza para la obtención de resina y en la industria maderera.

La intensa degradación humana (introducción de especies secundarias, uso de terrenos para agricultura y ganadería, etc.) ha mermado la extensión del bosque mediterráneo. Para su conservación se recurre habitualmente al sistema de dehesas: zonas de bosque aclaradas para combinar su explotación tradicional con la ganadería extensiva.

  • Matorral mediterráneo: no es tanto una formación climax como el resultado de la degradación continuada del bosque mediterráneo. Sus formaciones arbustivas características son:
    • Maquia: densa formación de arbustos altos y matorrales esclerófilos como la jara, el lentisco y la retama. Se establece sobre suelos silíceos.
    • Garriga: arbustos y matorrales de poca altura y menor densidad que dejan zonas sin cobertura vegetal, por ejemplo el tomillo, el espliego y el romero. Es propia de suelos calizos.
    • Estepa: fruto de la degradación del matorral por la alta aridez, da como resultado formaciones de hierbas bajas mezcladas con arbustos espinosos y dispersos, tales como el espartal, el espárrago y el palmito.


        C. Paisaje de ribera fluvial:  

Se desarrolla en las proximidades de los ríos, donde las especies vegetales se benefician de la mayor humedad de los terrenos próximos al cauce fluvial. A menudo, se articulan distintas formaciones vegetales en paralelo al río, en bandas simétricas por su márgenes, según sus distintas necesidades hídricas.

Esta vegetación ha sido muy degrada por el acondicionamiento humano de los márgenes y cauces fluviales (canales, embalses, etc.), así como por el uso agrícola debido a la fertilidad de estos suelos.
 

       D. Paisaje de montaña:

La vegetación en las áreas de montaña se dispone en distintos pisos integrados por especies diferentes en función de la altura y la disposición del relieve, ya que condicionan: la temperatura, la humedad, la insolación y la exposición a vientos dominantes. Podemos distinguir entre:
  • Montaña alpina o pirenaica: diferenciamos los siguientes pisos de vegetación:
    • Piso nival: por encima de los 3000 m. Vegetación prácticamente inexistente, salvo especies rupícolas, debido a la pobreza de los suelos y la continuidad de la nieve.
    • Piso alpino: entre los 2400 - 3000 m. Praderas, herbazales y especies vegetales de ciclo vegetativo corto, puesto que durante la mayor parte del año está cubiertas de nieve. Son frecuentes las zonas de canchales y las plantas rupícolas.
    • Piso subalpino: entre 1200 - 2400 m. Bosques de coníferas (abeto, pino negro) que puede variar hacia bosques mixtos con el haya en cotas más bajas. El sotobosque lo forman arbustos como el arándano y el rododendro.
    • Piso montano - basal: bosque climácico de robles, más demandantes de humedad y menos resistentes a las altas temperaturas, o de encinas, más resistentes al estrés hídrico y el calor.
  • Resto de montañas peninsulares: carece de piso subalpino de coníferas por lo que se pasa directamente del bosque climácico al piso supraforestal, compuesto por diferentes especies de arbustos según el clima: brezo y genista (dominio atlántico) y matorrales espinosos (dominio mediterráneo). Por encima de ese piso aparecen los prados.

         E. Paisaje canario:


De una riqueza vegetal extraordinaria, debido a las diferencias en su roquedo volcánico y a las variantes climáticas, así como a la historia de su poblamiento vegetal. Sus formaciones vegetales incluyen tanto especies de influencia mediterránea como africana, aunque el 50% de su vegetación son endemismos y reliquias. Podemos establecer distintos pisos de vegetación en el relieve canario:

    • Piso basal: hasta los 300/500 m. Condicionada por la extrema aridez. Predominan los matorrales ralos y ásperos como el cardón y la tabaiba.
    • Piso intermedio: entre los 200 y 800 m. El ligero descenso térmico y la mayor humedad permite la aparición de especies como la palmera, el drago y la sabina.
    • Piso termocanario: entre los 800 y 1200 m. Las nieblas arrastradas por los vientos alisios crean un mar de nubes que aporta más humedad y frescor, propiciando la aparición de los bosques de laurisilva y el fayal-brezal (degradación del anterior).
    • Piso canario: entre 1200 - 2200. Es un espacio dominado por el bosque de coníferas (pino canario) adaptadas a la aridez y al frío ocasional.
    • Piso supracanario: por encima de los 2200 m. Ausencia de formaciones vegetales densas, con predominio de espacios descubiertos, aunque hay gran riqueza floral de tipo rupícola (violetas del Teide).

Fuerteventura y Lanzarote, por su relieve poco acusado, marcan un cambio en la vegetación. Su litología fundamental son los basaltos. La falta de montañas elevadas hace que los alisios no provoquen los mares de nubes, por lo que hay ausencia total de laurisilva. Además, el pino canario no existe en ambas islas.

4. LA INTERVENCIÓN HUMANA Y SUS CONSECUENCIAS GEOGRÁFICAS.

La acción humana es el factor más relevante a la hora de analizar la realidad actual de la situación de las formaciones biogeográficas y vegetales de España. Vamos a analizar en concreto las consecuencias directas que tienen las actividades humanas sobre la vegetación, no todas aquellas actividades que transforman los elementos del medio natural, como los suelos o el clima, y que influyen directamente en la cobertura vegetal.

La posición de nuestro territorio como encrucijada de caminos, su forma y sus características interiores, han provocado que la Península se convierta en lugar de convergencia de las más variadas influencias, tanto físicas como humanas y culturales. Por sus costas han aparecido en el suelo hispano, siguiendo las más variadas rutas desde el Paleolítico, una variada gama de pueblos. Ocupan un lugar predominante en este aspecto los fenicios, griegos y romanos, que han aportado la flora mediterránea, preponderante en todo el territorio.

El istmo pirenaico, a su vez, sirvió de paso a migraciones indoeuropeas y germánicas que representan las influencias centroeuropeas que se han traducido en los bosques caducifolios y en las plantas medioeuropeas que se encuentran en la Península. Por el Atlántico llegaron aportaciones de los pueblos americanos. Por último, el estrecho de Gibraltar nos ha deparado la influencia africana y, sobre todo, musulmana, que podríamos representar en la figura del palmito como planta más señera.

Aparte del aporte florístico, no son menos importantes las influencias étnicas y culturales en cuanto al tratamiento y a la relación de los asentamientos humanos con la flora y la vegetación se refiere. Lo anteriormente citado no hace nada más que incidir en la importancia de las modificaciones que llevan a cabo las agrupaciones humanas sobre los ecosistemas. Para estudiarlas de manera sistemática, vamos a hacer un repaso histórico de la desigual relación entre las actividades humanas y los dominios biogeográficos de la Península Ibérica, siguiendo a J.M. Rubio Recio y V. Bielza de Ory.

  • Si iniciamos nuestra andadura en el Paleolítico, tenemos que decir que, en este punto de partida, sólo el 4% de la superficie de la Península se hallaba cubierta de vegetación no arbórea. El resto eran bosques. Hoy día sólo el 13% del territorio es superficie de bosque. Nuestros antepasados de aquella época llevaban a cabo prácticas depredatorias para obtener su sustento. Las técnicas utilizadas eran muy rudimentarias y los efectivos demográficos muy escasos. Ello hacía que los grupos humanos formasen parte del equilibrio del ecosistema, como un elemento más.
  • Sin embargo, esta situación va a cambiar con la difusión de las prácticas agrícolas y ganaderas propias del Neolítico. Así, la intervención humana sobre el medio y, sobre todo, sus consecuencias, son significativas a partir de la “Revolución Neolítica” que, en la Península, se data a finales del V Milenio a.C. A medida que estas actividades se fueron generalizando sobre el solar de la peninsular, se fueron acrecentando las consecuencias sobre el medio. De todas formas, el hecho de la que la población peninsular no fuese muy significativa todavía, limitó sus consecuencias. Podemos señalar algunas de ellas. Así, el espacio destinado tanto a las actividades agrícolas como ganaderas “expulsó” de su territorio a aquellas especies que lo ocupaban de forma natural. Esta desaparición de la cobertura vegetal original provocó, a su vez, el desarrollo y la precipitación de los procesos de erosión o empobrecimiento del suelo. Por ello, podemos decir que el Neolítico significó la primera gran revolución en las relaciones hombre/medio, produjo la transformación del medio natural y su sustitución por un medio o ecosistema antrópico.

  • Avanzando el tiempo, podemos encontrarnos con un segundo momento que marca un hito importante en la modificación de los ecosistemas hispanos. Nos referimos, ya en la Edad Antigua, a los fenómenos de las colonizaciones mediterráneas y, sobre todo, a la Romanización de la Península. Las colonizaciones se inician en el siglo VII a.C y el proceso de romanización se completa en el primer siglo de nuestra era, con el emperador Augusto. La romanización, en relación con la situación de los ecosistemas peninsulares, se tradujo en cuatro aspectos o consecuencias fundamentales:
    • Primero es la intensificación de las explotaciones agrarias, toda vez que la economía romana descansaba en la explotación de extensos latifundios agrícolas. Ello obligó a la completa adaptación del medio a los intereses de la población, en pleno auge. 
    • Segundo fue la extensión de las prácticas agrícolas. Es decir, la romanización supuso la roturación y puesta en valor agrícola de extensos territorios del interior peninsular, transformando el saltus en ager lo que supuso la pérdida de su cobertura vegetal original.
    • El tercer aspecto importante fue la creciente necesidad de madera que demandó una población en aumento, tanto como combustible como materia prima fundamental para la construcción y los navíos. 
    • Por último, las colonizaciones y la presencia romana se volcaron hacia el Mediterráneo, implicando una mayor explotación y transformación de los dominios mediterráneos, mucho más frágiles, por su constitución, que los oceánicos. Todo ello supuso el primer golpe serio al equilibrio de los ecosistemas del bosque mediterráneo.
  • A partir de la caída del Imperio Romano, durante la Edad Media, se producen algunos acontecimientos dignos de reseña. Así, la presencia musulmana a partir del siglo VIII va a confinar en las montañas norteñas a un nutrido grupo de cristianos. Ello aumentó la presión demográfica en una zona ajena a ella hasta ahora. A esto hay que unir el aumento, a lo largo de la Edad Media de la ganadería trashumante, lo que implicó el uso y abuso del monte, haciendo retroceder al bosque y a sus elementos naturales. A la vez, en territorio musulmán se inicia un proceso de transformación de los elementos naturales de la vegetación para su adaptación a las prácticas agrícolas puestas en práctica por los musulmanes.
  • Sin embargo, la expulsión de los moriscos, ya en la Edad Moderna en los siglos XVI y XVII va a tener como consecuencia el abandono del regadío y el desarrollo de explotaciones de secano en las laderas del monte, en detrimento del bosque. A ello habrá que sumarle el creciente aumento de las cantidades de madera utilizadas en la construcción naval, en auge debido a las necesidades de la primera armada de la época. Sin embargo, el prácticamente nulo crecimiento demográfico entre la Edad Media y Moderna (sólo significativo en el siglo XVIII) hará que el desequilibrio no sea todavía muy notable.

  • Así, el otro gran hito en la relación entre el hombre y el medio natural se produce a lo largo del siglo XIX. En este siglo podemos señalar dos acontecimientos históricos que van a influir de manera importante en la situación de los ecosistemas peninsulares. Nos estamos refiriendo a los fenómenos de la Industrialización y la Desamortización. En cuanto a la Industrialización, unido al tímido incremento de la población, tenemos que decir que, aunque no tuvo la entidad del fenómeno en el continente europeo, sí que influyó en la biogeografía peninsular. Lo hizo dando una nueva aceleración en la roturación de tierras que sirvió para incrementar la producción agrícola que tenía que satisfacer las necesidades de una población en crecimiento, por tímido que éste fuese. A ello ayudaron las renovadas técnicas de cultivo que permitieron laborear tierras hasta entonces imposibles. También se hizo necesaria una mayor explotación forestal para satisfacer las demandas de la naciente industria, como prueba el aumento de la demanda de celulosa.

La Desamortización actuó en la misma dirección con unos resultados, si cabe, todavía más nefastos, toda vez que significó la roturación de nuevas tierras (sobre todo, las comunales y los territorios agrestes de las órdenes religiosas) poco aptas para la explotación agrícola, especialmente las zonas de bosque mediterráneo. Al no ser rentables, estas tierras tardaron poco tiempo en ser abandonadas. Sin embargo, este tiempo no fue suficiente para que se pudiesen recuperar la vegetación y las especies naturales que habitaban estos espacios. Ello facilitó la erosión progresiva del suelo y aumentó la posibilidad de inundaciones. Es necesario señalar que es a finales del siglo XIX cuando empieza a configurarse la primera toma de conciencia de la degradación y pérdida del bosque, y de las consecuencias que ello puede acarrear. Esta primera preocupación surge de la mano de los Regeneracionistas, con Joaquín Costa a la cabeza, y cristalizará a lo largo del siglo XX con la repoblación forestal por parte de los poderes públicos. El problema fundamental será que primarán más los objetivos económicos que los ecológicos. Ello llevará a la repoblación con especies de crecimiento rápido, como los pinos o los eucaliptos, dejando al margen las frondosas.



  • Por último, vamos a cerrar este capítulo analizando la relación del medio biogeográfico con el hombre en la sociedad posindustrial. En esta época de principios del siglo XXI, el bosque ha dejado de ser un bien económico para convertirse en un espacio de ocio. Ello se debe a que ha dejado de utilizarse como fuente de energía y como materia prima para la construcción. A su vez, ha disminuido la presión ganadera con el éxodo rural masivo de la segunda mitad del siglo XX.
    Todo esto ha significado incluso la repoblación natural en aquellas zonas donde el clima es favorable para ello, como en la España atlántica. Por el contrario, sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI se han intensificado los incendios forestales a lomos de la especulación, la introducción de especies foráneas y el abandono de las funciones y actividades tradicionales del bosque.


5. EL SUELO

Es la capa más superficial de la corteza terrestre y se compone de elementos en los tres estados: sólido, a través de las partículas minerales (procedentes de la erosión de las rocas) y la materia orgánica de origen vegetal o animal; líquido (agua); y gases (CO2) en las porosidades del suelo.

Al igual que ocurre con otras formaciones naturales, el suelo es resultado de la interacción de diversos factores, que condicionan su edafogénesis y evolución:
  • Tiempo: la formación de un suelo es un proceso lento que requiere de siglos, por lo que al analizar un suelo distinguiremos entre suelos jóvenes o incipientes y suelos viejos o evolucionados.
  • Roca madre: el sustrato mineral primario a partir del cual se forma el suelo. Influye en su color, textura, estructura, permeabilidad y acidez. En base a este roquedo distinguiremos entre suelos silíceos (sueltos y permeables), calizos (pastosos y permeables) y arcillosos (compactos e impermeables).
  • Clima: muy influyente en el origen del suelo, tanto por las precipitaciones (lixiviado, disolución y arrastre de elementos, desarrollo de actividad biológica, acidez) como por las temperaturas (repercuten sobre la actividad química y biológica). Atendiendo a este factor distinguiremos entre: suelos zonales (origen muy ligado al clima) y azonales / intrazonales (relacionados con factores distintos al clima).
  • Topografía: afecta a la erosión (más fuerte en las pendientes = suelos poco espesos), al deslizamiento y deposición de sedimentos (mayor en zonas llanas = suelos más gruesos).
  • Seres vivos: la acción de distintos agentes biológicos repercute de diferentes modos en la evolución de los suelos, por ejemplo: las plantas pueden contribuir a mantener la fertilidad de los suelos o empobrecerlos y hacerlos más ácidos, los hongos enriquecen las capas de humus al favorecer la descomposición de materia orgánica, y los animales pueden remover el suelo y provocar el desplazamiento de materiales entre los estratos.
  • Ser humano: lo altera y condiciona con mayor agresividad y rapidez que ningún otro factor agotándolo, destruyéndolo o mejorándolo.
Como resultado de su evolución, los suelos se constituyen en diversas capas u horizontes con unas determinadas características físicas, químicas y biológicas. 
El conjunto de capas constituye el PERFIL de un suelo. De más superficial hacia el interior encontramos distintos horizontes:
    • Horizonte A: el horizonte más superficial, con una capa de hojarasca (A0), otra con materia orgánica en descomposición (A1) y finalmente una capa lixiviada (A2), que pierde sustancias arrastradas hacia capas inferiores.
    • Horizonte B: un horizonte de transición, con capas de acumulación de sustancias arrastradas desde la superficie (B1), y otras donde pueden aparecer partículas del horizonte inferior (B2).
    • Horizonte C: el horizonte donde aparece la roca madre meteorizada, alterada y desagregada.
    • Horizonte D o R: horizonte constituido por la roca madre consolidada, es decir, sin alterar.


Tipos de suelo:
Los suelos pueden clasificarse en base a su origen según su origen, su evolución o en base a sus características. En la siguiente clasificación el criterio será el clima y la naturaleza del roquedo:

a) SUELOS ZONALES:

  • Suelos de clima oceánico: muy evolucionados y ricos en materia orgánica. Las precipitaciones provocan una alta lixiviación sobre las capas superiores. Pueden ser suelos sobre roca silícea (mayor acidez) o caliza (acidez menor); además, las formaciones vegetales con pinos y eucaliptos aumentan la acidez.
    • Tierra parda húmeda: más abundante sobre roquedo silíceo, al contrarrestar la acidez se convierte en una excelente tierra de cultivo. En zonas de pendiente son dedicadas a pastos para ganadería.
    • Ránker: aparece en las zonas altas de gran pendiente y erosionadas, poco espesos y evolucionados, sólo son aptos para pastos y bosques.
    • Tierra parda caliza: dominantes sobre roquedo calizo, excelentes tierras de cultivo y como prados permanentes.
    • Terra fusca: en zonas montañosas sobre calizas duras, dedicados a explotación forestal.
  • Suelos de clima mediterráneo: muy alterados por la erosión y por la acción antrópica sobre ellos. Encontramos los tres tipos de roquedo existentes en la litología peninsular.
    • Tierra parda meridional: sobre roca silícea, suelos pobres por su acidez, su escasez de humus y su estructura muy suelta por la erosión. Dedicados a dehesas de encinas y pastizales, aunque cuando se abona y encala pueden servir para cultivar cereales de secano.
    • Suelos rojos mediterráneos: suelos muy fértiles y ricos en nutrientes, deben su color al óxido de hierro. Son aptos para todo tipo de cultivos.
    • Terra rosa: de escaso espesor, se desarrollan directamente sobre calizas duras. Dominado por matorrales mediterráneos, bosques adehesados y cultivos adaptados a suelos pobres, duros y secos, como el olivo y el almendro.
    • Vertisuelos: sobre arcillas y margas, que se hinchan cuando acumulan agua y se contraen al secarse, siendo frecuentes las grietas superficiales durante el verano, que propician los deslizamientos de material y la renovación mecánica (volteo) de las capas del suelo. Es uno de los suelos más fértiles y se localiza principalmente en el Valle del Guadalquivir, Tierra de Barros (Badajoz) y la cuenca de Pamplona.
    • Suelo gris subdesértico: propio de las zonas de mayor aridez, con clima estepario. Son suelos ricos en sustratos minerales (calizas principalmente) y pobre en humus (por la falta de precipitaciones y cobertura vegetal). Con regadío son fértiles para el cultivo aunque se pueden salinizar fácilmente.

b) SUELOS AZONALES E INTRAZONALES:

Pueden encontrarse en cualquier área climática porque principalmente dependen del roquedo y la topografía en su origen y desarrollo.

  • Azonales: no tienen características definidas porque bien dada su juventud están poco evolucionados, bien se encuentran en pendientes muy pronunciadas, facilitando la erosión e impidiendo su desarrollo.
  • Intrazonales: bien definidos y con especificaciones concretas según la zona donde se desarrollan. 
    • Pardo calizos y rendzinas: sobre calizas con abundante contenido de carbonato cálcico. Permiten cultivos leñosos, cereales y leguminosas.
    • Aluviales: en las orillas fluviales, muy húmedos y aptos para cultivos de huerta.
    • Encharcados: en zonas endorreicas y pobres en nutrientes. Permiten cultivos marginales como la fresa.
    • Arenosos: en zonas áridas donde las escasas precipitaciones se infiltran con rapidez. Son muy improductivos.
    • Salinos: en áreas de marismas y zonas de abundante evaporación. Sólo pueden usarse para cultivo si se contrarresta su alta salinidad.
    • Volcánicos: generalmente sobre roquedo basáltico, en gran parte pobres salvo cultivos marginales adaptados como la vid o los alóes.


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